EJEMPLO DE LIDERAZGO

martes, 21 de octubre de 2014



31 de diciembre de 1969
Peter Drucker


El síndrome de la chimenea



por Alberto Benegas Lynch
Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.

El cambio que estamos viviendo en nuestras sociedades es notable y, si somos capaces de mantener marcos institucionales respetuosos de la propiedad y los derechos de todos, los resultados continuarán siendo de gran provecho para el mejoramiento en el nivel de vida de la gente.

Tal como se ha dicho y escrito en repetidas oportunidades, cada época ha deparado sus sorpresas agradables (y, desafortunadamente, también desagradables). Imaginemos lo que fue 400 años antes de Cristo la aparición de la lógica aristotélica, la sistematización del derecho en la república romana, los burgos y luego las ciudades a partir del siglo trece, la imprenta con los tipos móviles en 1455, las profundas transformaciones a raíz de los inicios de reforma luterana, el renacimiento en Florencia y Venecia, las bendiciones de la Revolución Industrial que permitió sobrevivir a cientos de miles de personas que se morían por inanición y por las pestes, la Revolución en Estado Unidos que llevó a la práctica los principios de la libertad y el gobierno con poderes limitados. Y todo esto son apenas trazos gruesos de adelantos específicos como la escritura, las matemáticas, la medicina, los sistemas de riego, la óptica, la anestesia, el telégrafo, el teléfono, la radio, el avión, la televisión, el fax...internet.

En estos momentos el cambio más relevante se pone de manifiesto en las dimensiones reducidas de las fábricas y la producción en general debido a la tecnología molecular o nanotecnología (explica Eric Drexter en su Engines of Creation que los microcircuitos se miden en milésimas de metro, es decir, micrometros mientras que las moléculas se miden en nanometros que son de un tamaño mil veces menor, las que se organizan de muy diferentes maneras según las metas deseadas). Ya no tiene sentido fábricas que ocupan grandes extensiones con chimeneas que arrojan humos por doquier en el contexto de ruidos ensordecedores y cientos de operarios en interminables líneas de montaje. Los tamaños se han reducido enormemente con máquinas pequeñas y más livianas que permiten producciones mucho mayores con materiales de mayor calidad. El trabajo obrero se libera para encarar nuevos bienes y servicios debido a la creciente robotización al efecto de permitir que el hombre trabaje más como hombre con su mente y menos con la fuerza bruta.

Esta extraordinaria revolución tecnológica permite extender la producción y ponerla al alcance de un mayor número de personas. En realidad la expresión tecnología no tiene porque sonar a ruido metálico puesto que alude al estudio de la aplicación de todas las habilidades (del griego techne y logia), es la aplicación de conocimientos en todos los órdenes de la vida.

Peter Drucker y Alvin Toffler han sido los pioneros en bautizar, a fines de la década del sesenta, nuestra era como “la sociedad del conocimiento”. Esto es así debido a que, como consecuencia de la productividad, el peso relativo de lo material va pasando a un segundo plano respecto de las ideas que sistematizan, organizan su aplicación a la producción. Este menor peso relativo no solo se debe a lo apuntado en cuanto a las máquinas en general o la robotización en particular sino, en el área de los productos no manufacturados, a la introducción de nuevos métodos de siembra y cosecha y la irrupción de los transgénicos.

A este mayor peso del conocimiento respecto de lo material conviene agregar la posibilidad que señala David Friedman en cuanto a la moderna tecnología del encriptado en proceso de implementación (lo cual se encuentra detallado en la home page del referido autor en un artículo titulado “Why Encryption Matters”). Nos dice Friedman que no hay suficiente privacidad de debido a micrófonos de largo alcance, ojos satelitales, la posibilidad de interceptar mails, teléfonos celulares y teleconferencias, todo o cual constituye riesgos concretos. Sin embargo, los mensajes encriptados se basan en dos “llaves” una pública y una privada, la primera es accesible a cualquiera aunque su identificación en el mundo del encriptado consiste, precisamente, en la combinación de ambas llaves que es equivalente a la firma personal. Friedman atribuye a esta tecnología grandes ventajas ya que no solo permite salvaguardar en general la privacidad sino, en un mundo donde los valores más importantes estriban en el conocimiento que éstos puedan transferirse sin la mirada voraz de aparatos estatales.

Las materia primas tienden a ocupar un proporción menor en los costos totales (el ejemplo que habitualmente se exhibe es que el microchip antes significaba el sesenta por ciento del costo de un ordenador mientras que actualmente es el dos por ciento y cincuenta libras de fibra óptica trasmiten el mismo volumen de información que una tonelada de cable de cobre de antaño).

Debe por cierto precisarse que conocimiento no es sinónimo de información. Como queda dicho, lo primero implica seleccionar, digerir y discernir con miras a la correspondiente aplicación. De más está decir que si este notable avance tecnológico no tiene lugar en un contexto de los principios y valores de la sociedad abierta, la aplicación será para asfixiar al individuo en un cuadro de situación orwelliano y la maravillosa oportunidad de globalización se convertirá en la masacre del hombre a un ritmo de patética vertiginosidad.

Las posibilidades de progreso debidas al ingenio humano son inmensas e inagotables. El “síndrome de la chimenea” de las fábricas enormes desaparece para dar lugar a la utilización más plena del conocimiento. Desde el garrote en adelante, todos los instrumentos que sirven al hombre pueden ser mal utilizados de lo cual no se sigue que pueda privarse de la oportunidad a las personas que quieren darle buen uso ni tampoco a los que lo utilizan para el daño siempre y cuando no se lesionen derechos de terceros. Una situación extrema se presenta con la ingeniería genética que, entre otros beneficios, permite la curación de enfermedades que antes parecían incurables y para aumentos siderales en las productividades de alimentos, pero, también en este campo, la mala utilización puede resultar fatal para los derechos de las personas: en este sentido C.S.Lewis alude a la imposición de manipulaciones varias de la genética humana por parte de “planificadores científicos”, en cuyo caso “los súbditos [...] no serían hombres sino artefactos. Así, la conquista final resultaría en la abolición del hombre”.

Este artículo fue publicado originalmente en el Diario de América (EE.UU.) el 28 de septiembre de 2008.

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