IMPORTANCIA DE LAS RELACIONES INTERPERSONALES
Preguntas y respuestas
Las relaciones interpersonales juegan un papel
fundamental en el desarrollo integral de la persona. A través de ellas,
el individuo obtiene importantes refuerzos sociales del entorno más
inmediato que favorecen su adaptación al mismo. En contrapartida, la
carencia de estas habilidades puede provocar rechazo, aislamiento y, en
definitiva, limitar la calidad de vida.
Esta sección va dirigida tanto a padres como a
educadores en general. En ella se puede encontrar información sencilla
en torno a dieciséis preguntas básicas que, de manera espontánea,
pueden asaltarle a un padre o una madre preocupado/a por las relaciones
sociales de su hijo/a, a un profesor que pretende mejorar el clima
social de su aula o a un monitor de un club de ocio que quiere favorecer
las relaciones entre los participantes del mismo.
1. ¿Qué son las habilidades sociales o habilidades de relación interpersonal?
Las habilidades sociales son las conductas o
destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar competentemente
una tarea de índole interpersonal. Se tratan de un conjunto de
comportamientos aprendidos que se ponen en juego en la interacción con
otras personas (Monjas, 1999).
De acuerdo con Prieto, Illán y Arnáiz (1995),
centrándose en el contexto educativo, las destrezas sociales incluyen
conductas relacionadas con los siguientes aspectos, todos ellos
fundamentales para el desarrollo interpersonal del individuo:
- las conductas interpersonales (aceptación de la autoridad, destrezas conversacionales, conductas cooperativas, etc.)
- las conductas relacionadas con el propio individuo (expresión de sentimientos, actitudes positivas hacia uno mismo, conducta ética, etc.)
- conductas relacionadas con la tarea (trabajo independiente, seguir instrucciones, completar tareas, etc.)
- la aceptación de los compañeros
2. ¿Por qué son tan importantes?, ¿por qué actualmente todo el mundo les otorga tanta importancia?
Las habilidades sociales o de relación
interpersonal están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. Son
conductas concretas, de complejidad variable, que nos permiten
sentirnos competentes en diferentes situaciones y escenarios así como
obtener una gratificación social. Hacer nuevos amigos y mantener
nuestras amistades a largo plazo, expresar a otros nuestras
necesidades, compartir nuestras experiencias y empatizar con las
vivencias de los demás, defender nuestros intereses, etc. son sólo
ejemplos de la importancia de estas habilidades. Por el contrario,
sentirse incompetente socialmente nos puede conducir a una situación de
aislamiento social y sufrimiento psicológico difícil de manejar.
Todas las personas necesitamos crecer en un
entorno socialmente estimulante pues el crecimiento personal, en todos
los ámbitos, necesita de la posibilidad de compartir, de ser y estar
con los demás (familia, amigos, compañeros de clase, colegas de
trabajo, etc.). Baste recordar los esfuerzos que, tanto desde el ámbito
educativo como desde el entorno laboral, se realizan para favorecer un
clima de relación óptimo que permita a cada persona beneficiarse del
contacto con los demás, favoreciendo así un mejor rendimiento académico
o profesional.
3. ¿Cuántas habilidades sociales hay?, ¿son todas igual de necesarias?, ¿cuáles son básicas e imprescindibles?
Existen numerosas habilidades sociales,
algunas de ellas muy básicas y que son aprendidas a edades muy tempranas
(fórmulas de cortesía como saludar, dar las gracias o pedir las cosas
por favor), hasta otras habilidades mucho más complejas exigidas en el
complejo mundo de los adultos (saber decir que no, negociar, ponerse en
el lugar del otro, formular una queja sin molestar, etc.).
Prieto y cols. ofrecen una relación de las
habilidades que debe poseer el niño con necesidades educativas
especiales y poner en práctica en el aula. Dichas habilidades le
reportan refuerzo social y favorecen una relación gratificante con los
demás compañeros.
- Destrezas de supervivencia en el aula: pedir ayuda, prestar atención, dar las gracias, seguir instrucciones, realizar las tareas, participar en las discusiones, ofrecer ayuda, hacer preguntas, no distraerse, hacer correcciones, decidir hacer algo, marcarse un objetivo.
- Destrezas para hacer amistades: presentarse, empezar y finalizar una conversación, participar en juegos, pedir favores, ofrecer ayuda a un compañero, hacer cumplidos, sugerir actividades, compartir, disculparse.
- Destrezas para abordar los sentimientos: conocer los sentimientos y expresarlos, reconocer los sentimientos de los demás y mostrar comprensión ante ellos, mostrar interés por los demás, expresar afecto, controlar el miedo, otorgarse recompensas.
- Destrezas sobre distintas alternativas a la agresividad: utilizar el autocontrol, pedir permiso, saber cómo responder cuando le molestan a uno, evitar los problemas, alejarse de las peleas, resolución de problemas, saber abordar una acusación, negociación.
- Destrezas para controlar el estrés: controlar el aburrimiento, descubrir las causas de un problema, quejarse, responder a una queja, abordar las pérdidas, mostrar camaradería, saber abordar el que le excluyan a uno, controlar los sentimientos de vergüenza, reaccionar ante el fracaso, aceptar las negativas, decir “no”, relajarse, responder a la presión de grupo, controlar el deseo de tener algo que no te pertenece, tomar una decisión, ser honesto.
Asimismo, existe una clasificación, ya clásica
pero aun vigente, de las posibles habilidades sociales, elaborada por
Goldstein y sus colaboradores (1980), que se recogen en el Programa de Aprendizaje Estructurado
de habilidades sociales para adolescentes, y que resulta sumamente
útil para revisar qué habilidades son manejadas adecuadamente por un
joven o adulto y cuáles de ellas requerirán de un entrenamiento
específico. Se tratan de las siguientes habilidades:
1. Iniciación de habilidades sociales:
Atender
Comenzar una conversación
Mantener una conversación
Preguntar una cuestión
Dar las gracias
Presentarse a sí mismo
Presentar a otras personas
Saludar
2. Habilidades sociales avanzadas
Pedir ayuda
Estar en compañía
Dar instrucciones
Seguir instrucciones
Discutir
Convencer a los demás
3. Habilidades para manejar sentimientos
Conocer los sentimientos propios
Expresar los sentimientos propios
Comprender los sentimientos de los demás
Afrontar la cólera de alguien
Expresar afecto
Manejar el miedo
Recompensarse por lo realizado
4. Habilidades alternativas a la agresión
Pedir permiso
Ayudar a los otros
NegociarUtilizar el control personal
Defender los derechos propios
Responder a la amenaza
Evitar pelearse con los demásImpedir el ataque físico
5. Habilidades para el manejo de estrés
Exponer una queja
Responder ante una queja
Deportividad tras el juego
Manejo de situaciones embarazosas
Ayudar a un amigo
Responder a la persuasión
Responder al fracaso
Manejo de mensajes contradictoriosManejo de una acusación
Prepararse para una conversación difícil
Manejar la presión de grupo
6. Habilidades de planificación
Decidir sobre hacer algo
Decir qué causó un problema
Establecer una meta
Decidir sobre las habilidades propias
Recoger información
Ordenar los problemas en función de su importancia
Tomar una decisión
Concentrarse en la tarea
Lógicamente, tratar de entrenar todas ellas al
mismo tiempo resultaría una tarea improductiva. Así pues, de acuerdo
con la edad, las características de la persona, sus aprendizajes
previos, etc. será oportuno comenzar asegurando un buen aprendizaje de
las habilidades más básicas (fórmulas de cortesía, pedir ayuda,
adecuado contacto ocular, iniciar y mantener una conversación sencilla,
preguntar por un familiar, etc.) hasta otras habilidades más complejas
(ser asertivo, ser discreto, solucionar una disputa con un amigo,
etc.).
4. ¿Qué dificultades pueden tener las personas con síndrome de Down en el área de las habilidades sociales?
Lógicamente, hay que tener en cuenta que, como
el resto del mundo, nos encontraremos con personas con síndrome de
Down más abiertas, extrovertidas, con facilidad para entablar
relaciones en entornos nuevos, y otras que, por contra, se mostrarán
más cautas, más reservadas e introvertidas ante situaciones sociales. Es
importante conocer a la persona en particular y respetar su
personalidad y su manera de ser en sociedad. No todos somos iguales en
nuestros ámbitos sociales.
Ahora bien, las personas con síndrome de Down,
al igual que el resto de las personas, pueden manifestar en algún
momento de su vida, dificultades en el ámbito de las relaciones
sociales. Estas dificultades dependerán de sus historias de
aprendizaje, vivencias, experiencias positivas y negativas en el
contacto con los demás, oportunidades o barreras de carácter social,
etc.
En general, podemos observar limitaciones en el repertorio de habilidades sociales debidas a las siguientes situaciones:
En general, podemos observar limitaciones en el repertorio de habilidades sociales debidas a las siguientes situaciones:
- Falta de oportunidades sociales y modelos de referencia que ayuden a aprender diferentes habilidades
- Dificultad para determinar qué habilidad social es más adecuada, oportuna y eficaz en cada caso o situación
- Sentimientos de incompetencia social, ansiedad ante situaciones sociales, impulsividad, expectativas de fracaso, etc.
- Contextos sociales poco apropiados, objetivamente negativos para la persona, donde se den conductas de rechazo manifiesto, minusvaloración, recriminación sistemática de sus dificultades, etc.
5. ¿Todas las dificultades
en las habilidades sociales son iguales?, ¿qué tipos de dificultades
de relación social puede tener una persona?
En ocasiones, la persona manifiesta
dificultades en su competencia social simplemente porque no ha tenido
ocasión u oportunidad de aprender estas conductas. A veces, en
contextos poco enriquecidos o con limitados modelos de referencia, la
persona sencillamente no ha tenido ocasión de experimentar determinadas
situaciones y por tanto y no sabe cómo comportarse ante las mismas
cuando éstas se dan por primera vez. Imaginemos el hipotético caso de
que un joven con síndrome de Down nunca haya ido con sus amigos a un
restaurante, o nunca haya tenido ocasión de hablar más íntimamente con
una persona hacia la cual siente una atracción especial, o nunca se
haya visto en la necesidad de rechazar una invitación inadecuada. Es
muy probable que, ante estas situaciones totalmente desconocidas,
nuestro joven o adulto con síndrome de Down no tenga dentro de su
repertorio de habilidades sociales las conductas apropiadas para
manejar estas situaciones adecuadamente. Por tanto, cuantos más
escenarios diversos, experiencias y oportunidades de relación
proporcionemos a los niños, adolescentes, jóvenes y adultos con
síndrome de Down, en mayor medida estaremos facilitando que entrenen,
adquieran y consoliden habilidades sociales cada vez más complejas y
adecuadas a esta diversidad de situaciones. Se trata de un proceso de
generalización de habilidades y transferencia a diferentes situaciones.
En otras ocasiones, es posible que se hayan
aprendido un amplio rango de habilidades sociales, pero resulte
complejo determinar cuándo poner en práctica unas u otras en función de
las exigencias del contexto social. Se trata, en este caso, de un
proceso de diferenciación o discriminación de la conducta apropiada.
Imaginemos un adulto que ha aprendido adecuadamente diversas fórmulas
de saludo (dar la mano, un abrazo, un caluroso beso, etc.) pero que
tiene dificultad para llevar a cabo la fórmula más apropiada según la
situación. Por ejemplo, al comenzar un nuevo trabajo, deberemos decidir
qué saludo es más oportuno según las características de nuestro
interlocutor. Así evitaremos situaciones comprometidas tales como
abrazar calurosamente al Director General cuando lo más apropiado, con
toda probabilidad, hubiera sido dar la mano afectuosamente y con
decisión.
En este sentido, éstas podrían ser algunas de las dificultades con las que se puede encontrar la persona con síndrome de Down:
En este sentido, éstas podrían ser algunas de las dificultades con las que se puede encontrar la persona con síndrome de Down:
- Dificultad para percibir y discriminar los estímulos relevantes del contexto.
- Dificultad para generar alternativas de respuesta y valorarlas en función de sus posibles consecuencias.
- Dificultad para tomar decisiones y planificar el curso de acción ante una situación social.
- Dificultad para evaluar la propia conducta y su adecuación a las exigencias del contexto.
- Dificultad para aprender de los errores y adecuar la acción.
6. Sentir ansiedad ante situaciones de relación social ¿es un problema?
La ansiedad, además de una sensación muy
molesta y perturbadora para la persona, es un factor que actúa como
cortocircuito para desempeñar determinadas conductas, realizar
determinadas acciones o simplemente comportarse de acuerdo con unas
exigencias sociales. Pensemos en un gran experto que maneja ampliamente
un área de conocimiento determinado pero que, ante una audiencia, se
muestra muy ansioso y, por tanto, es incapaz de transmitir sus
conocimientos y mostrarse competente de acuerdo con los requerimientos
de dicha situación social.
La ansiedad, asimismo, dificulta nuestro flujo
de pensamiento (sentimos que no podemos pensar con claridad, nos
quedamos en blanco, etc.), provoca en nosotros reacciones fisiológicas
desagradables (respiramos con dificultad, aumenta nuestra sudoración,
notamos sequedad en la boca, etc.), nos lleva a analizar las
situaciones de manera distorsionada (todo el mundo me mira, se están
riendo de mí, etc.) y nos conduce a anticipar futuros fracasos (nunca
conseguiré hacer amigos, nunca me aceptará esa chica que tanto me
gusta, no gustaré en la entrevista de trabajo, etc.).
Cuando un niño, joven o adulto con
síndrome de Down se muestra incompetente socialmente debido a la
ansiedad es necesario valorar exhaustivamente varias cuestiones:- En qué contextos se muestra ansioso (colegio, en una fiesta, en los medios de transporte, en el trabajo, en su grupo de amigos, etc.)
- Ante qué personas muestra dicha ansiedad (con desconocidos, con gente de su edad, con personas de otro sexo, con personas de cierta autoridad, con los compañeros de trabajo, con el supervisor, etc.)
- Qué reacciones tiene la persona en dichas situaciones (se pone rojo, agresivo, retraído, se evade de la situación, se siente mal, siente ganas de llorar, etc.)
- Qué pensamientos le acompañan ante dicha situación (soy aburrido, soy torpe, no gusto a la gente, no sé hablar con los demás, no me expreso bien, etc.)
- Una vez tengamos delimitadas estas situaciones, resulta eficaz comenzar a abordar aquellas que pueden resultar más sencillas y manejables para la persona, y enseñarle qué conducta debe realizar a la vez que intentamos mantener a la persona en una situación relajada y tranquila, transmitiéndole pensamientos positivos sobre sí mismo y su capacidad para afrontar con éxito esta situación. Reforzar cualquier mejora en la conducta ayudará a incrementar el sentimiento de competencia y anticipar futuros éxitos en situaciones similares. Si la ansiedad bloquea seriamente a la persona, resultará necesario contrastar estas situaciones con un profesional, quien determinará la necesidad de poner en marcha técnicas más sistemáticas para el control de la ansiedad (desensibilización sistemática, técnicas de relajación, reentrenamiento atribucional, etc.)
7. ¿Se pueden mejorar las habilidades sociales de una persona?
Por supuesto, como ya hemos comentado, las
habilidades sociales son conductas concretas que se aprenden si se dan
las condiciones adecuadas para dicho aprendizaje. Existen numerosos
programas de entrenamiento específicos para enseñar a una persona a ser
socialmente habilidoso. En ocasiones, es útil comentar con algún
profesional de confianza la posibilidad de ayudarse de alguno de estos
programas más estructurados, sobre todo, si la persona con síndrome de
Down manifiesta dificultades en diversos ámbitos de su vida (con los
amigos, en la escuela, en el trabajo, etc.) o si estas dificultades le
provocan un malestar significativo en su vida cotidiana (tristeza por
no tener amigos, problemas en el trabajo, conflictos con los hermanos,
etc.). En estos casos, el profesional junto con los familiares podrá
delimitar con precisión qué dificultades concretas manifiesta la persona
y qué habilidades se deben entrenar, partiendo de las más sencillas
para ir abordando progresivamente otras más complejas.
Ahora bien, en muchos casos, el aprendizaje
por observación y el modelado en los contextos naturales suelen ser
vías muy eficaces y sencillas para ayudar a que un niño, joven o adulto
con síndrome de Down incorpore nuevas habilidades sociales en su
repertorio o competencia social. Mostrar explícitamente, cada vez que
se dé la ocasión, cómo pedir un favor o cómo rechazar una invitación o
propuesta que nos desagrada suele ser una manera natural y espontánea
de ir modelando su competencia social. Es importante, en estos casos,
que las personas más allegadas estén alertas a estas situaciones y
aprovechen la mínima oportunidad para hacer consciente a la persona con
síndrome de Down de cuál es la habilidad o conducta social específica
más óptima en dicha situación. Una sencilla explicación verbal
acompañada de una muestra real de cuál es la conducta adecuada facilita
el aprendizaje de la misma por imitación. Asimismo, se le podrá
solicitar a la persona con síndrome de Down que repita la conducta
mostrada varias veces y en distintas situaciones, hasta conseguir su
automatización, esto es, su ejecución espontánea.
En definitiva, las habilidades sociales, al
igual que muchas otras conductas, se aprenden observando a los demás,
poniéndolas en práctica y normalmente no requieren de una instrucción
mediada. Ahora bien, en ocasiones mostrar explícitamente unas pautas
concretas, sencillas y adecuadas a su edad y capacidad, puede favorecer
y optimizar el aprendizaje de dichas habilidades. Si las limitaciones o
dificultades son importantes y preocupan a los familiares lo oportuno
es contrastar esta inquietud con algún profesional, quien determinará
si se precisan de pautas más específicas para abordar esta situación.
8. Si existen diferentes tipos de problemas, ¿existen distintas técnicas de intervención?
Ante situaciones de dificultad en el ámbito
social que resulten muy limitantes para la persona con síndrome de
Down, que perduren en el tiempo, o que no se resuelvan progresivamente
con medidas más sencillas en el ámbito doméstico, escolar, familiar,
etc. lo oportuno es consultar con un profesional, quien determinará si
es preciso una intervención más sistemática, como ya se ha indicado.
Lógicamente, existen muy diversas técnicas que pueden aplicarse ante
estas situaciones, y que dependerán de una valoración pormenorizada de
cuál es la dificultad y qué factores pueden estar ocasionando la misma.
Algunas líneas de intervención que se puede plantear el profesional son las siguientes:
- entrenamiento sistemático y gradual de un repertorio más o menos extenso de habilidades
- entrenamiento cognitivo para saber utilizar adecuadamente el repertorio de habilidades sociales de acuerdo con la situación
- técnicas de control de la ansiedad social
- técnicas de control de la impulsividad
- reentrenamiento atribucional, es decir, modificar el lenguaje interno que elabore la persona con síndrome de Down sobre sí misma y su competencia social (expectativas de éxito y fracaso y las causas que atribuye a los mismos, sentimiento de autocompetencia, etc.)
- modificación de ambientes poco apropiados o muy limitados en cuanto a la riqueza social que pueden proporcionarle al individuo
9. ¿Qué técnicas son
apropiadas en el caso de que la persona con síndrome de Down no haya
tenido oportunidad de aprender determinadas habilidades sociales?
Las técnicas conductuales son apropiadas cuando la persona no tiene una o varias habilidades sociales en su repertorio. A través de estas técnicas, la persona con síndrome de Down puede adquirir las destrezas requeridas inicialmente en contextos muy controlados y estructurados para posteriormente generalizarlos a otros entornos y situaciones. Normalmente estas técnicas resultan asequibles para cualquier familiar y educador, no implican materiales excesivamente sofisticados y sus resultados pueden ser altamente exitosos. La clave está en su aplicación sistemática e intencionada.a) Modelado e imitación: consiste en el aprendizaje por medio de la observación. Se trata de exponer a la persona, en un primer momento, a modelos que muestran correctamente la habilidad o conducta objetivo de entrenamiento. Posteriormente, el joven debe practicar la conducta observada en el modelo. Por ejemplo, si queremos entrenar la habilidad “pedir la vez/ turno en una tienda”, el modelo realizará esta conducta en diferentes comercios, invitando finalmente a la persona con síndrome de Down a que lo haga ella, al principio acompañada del modelo, posteriormente de manera totalmente autónoma. Para conseguir un modelado más efectivo hay que tener en cuenta algunos aspectos claves:Características del modelo: debe tener experiencia en la habilidad a entrenar, que existan ciertas similitudes entre el modelo y observador, y que cuente con características personales que faciliten la comunicación. Puede ser interesante también exponer al joven a diferentes modelos realizando la misma conducta.Características de la situación a modelar: las conductas a imitar deben presentarse de manera clara y explícita, comenzando por las más sencillas, con repeticiones que permitan su aprendizaje.Características del observador: la conducta o habilidad a imitar debe responder a necesidades reales del observador, debe resultar un aprendizaje significativo y funcional, así como procurarle refuerzos o recompensas. El aprendizaje de la habilidad será más efectivo si ésta tiene consecuencias positivas.b) Role-playing o representación: para incorporar realmente las habilidades entrenadas a su repertorio y ponerlas en práctica en situaciones naturales, puede inicialmente ensayarlas en situaciones simuladas. En realidad, el alumno ensaya la habilidad o conducta en un contexto simulado, más controlado y estructurado que le permite adquirir confianza y seguridad sin ningún riesgo de fracaso.Para que esta técnica sea realmente eficaz, la persona con síndrome de Down debe mostrar una actitud activa y participativa, olvidarse de la vergüenza y “ponerse en situación”. Esta técnica es muy adecuada para el entrenamiento de una amplia escala de habilidades sociales; por ejemplo, “responder de manera activa”, “saber decir no ante una demanda injusta”, etc. En estos casos, el entrenamiento de esta habilidad puede tener un valor preventivo ya que se trata de adquirir la habilidad en situaciones ficticias para que, llegado el momento o situación real, se tenga adquirida la habilidad correspondiente para manejar dicha situación. La puesta en práctica de esta técnica de entrenamiento puede implicar la colaboración de varias personas y es sumamente importante describir con detalle la situación simulada, el objetivo a conseguir y la conducta a exhibir. Durante las representaciones, el educador o padre supervisa las ejecuciones, orienta, presta ayuda y dirige el ensayo de la conducta hasta que se adquiere soltura. Si es necesario, se puede ayudar de estímulos visuales o auditivos que favorezcan la utilización de frases - tipo, gestos, etc.c) Reforzamiento: para la estabilidad y mantenimiento de las habilidades sociales que el joven está poniendo en práctica o aprendiendo es fundamental reforzarlas adecuadamente. Podemos hablar de tres tipos de refuerzo: el refuerzo material, el refuerzo social y el autorrefuerzo. Cada uno de ellos debe aplicarse adecuadamente en el momento oportuno. De ello depende su efectividad. Por ejemplo, los refuerzos materiales (premios, dinero, comida, etc.) nos permiten reforzar una conducta con una eficacia inmediata pero se trata de un efecto a corto plazo, ya que pierden su poder reforzador al cabo de un tiempo. Por ello, es apropiado introducir refuerzos sociales (sonrisas, palabras de aprobación, palmada, etc.) ya que son más fácilmente aplicables y además pueden ser dispensados por diferentes personas y en diferentes contextos. Sin embargo, es importante que el joven aprenda a autorreforzarse, esto es, a ser él mismo quien se aplique refuerzos (tanto sociales como materiales) de manera que se ajuste a la realización adecuada de diversas habilidades. El autorrefuerzo favorece la autonomía, la generalización de las conductas y su estabilidad, ya que no depende de los refuerzos proporcionados por los demás.Para que un refuerzo/autorrefuerzo sea realmente eficaz debe ser aplicado de manera claramente relacionada con la conducta-objetivo. Es decir, debe aparecer inmediatamente después y el joven debe saber con claridad qué habilidad o conducta le ha permitido obtener el refuerzo. Asimismo, debemos considerar cuándo y cuánto refuerzo vamos a aplicar. Por ejemplo, en las primeras fases del entrenamiento de una nueva habilidad o conducta, es eficaz aplicar refuerzos con más frecuencia. Posteriormente, podemos reforzar de manera intermitente, ya que está demostrado que este tipo es más eficaz para el mantenimiento de la conducta o habilidad.
10. ¿Qué otras técnicas
son apropiadas en el caso de que la persona con síndrome de Down se
sienta incompetente socialmente o muestre ansiedad ante situaciones
sociales?
La reestructuración cognitiva consiste en un conjunto de estrategias que ayudan al individuo a percibir e interpretar el mundo que le rodea de una manera más adaptada. Se intenta que la persona sea consciente de los errores y distorsiones cognitivas que comete (personalización, victimización, magnificar detalles irrelevantes, etc.) para controlar sus autoverbalizaciones y pensamientos negativos.Asimismo, cuando la ansiedad o temor a las situaciones sociales es la principal causa de las dificultades de relación es imprescindible que la persona aprenda a relajarse en las mismas. Para ello, técnicas como la relajación progresiva o el entrenamiento autógeno serán muy útiles. En la medida en que sea capaz de reducir la ansiedad y, por tanto, controlar la activación fisiológica que la acompaña, estará en disposición de modificar sus pensamientos y de afrontar nuevas conductas. La relajación puede además ser muy útil para controlar respuestas asociadas a emociones negativas fuertes como la ira y la agresividad.Cuando las dificultades son de carácter perceptivo-cognitivo, es aconsejable que la persona participe en algún programa de entrenamiento enfocado a potenciar las siguientes habilidades cognitivas implicadas en la resolución de conflictos interpersonales:Pensamiento alternativo o habilidad para elaborar diversas soluciones ante un problema interpersonalPensamiento causal o capacidad para establecer una relación causa-efecto entre la propia conducta y los efectos que producePensamiento consecuencial o capacidad para evaluar las soluciones planteadas en función de sus efectos positivos y negativosPensamiento medio-fines o capacidad para planificar los pasos necesarios para lograr una meta interpersonal
11. ¿Qué aspectos del
ambiente debo tener presentes para mejorar las habilidades sociales de
un niño, joven o adulto con síndrome de Down?, ¿qué actividades pueden
ser útiles?
Cualquier entrenamiento en habilidades de relación interpersonal debe producirse en un contexto acogedor en el que todos los individuos se sientan respetados, apoyados y aceptados. El establecimiento de unas normas de convivencia y funcionamiento de grupo básicas y asumidas por todos es condición no única pero si necesaria para que el entrenamiento transcurra de manera favorable. Un ambiente que propicie la comunicación positiva basada en la aceptación incondicional de cada participante, el modelado continuo del adulto, el establecimiento de metas y objetivos, tanto grupales como individuales, realistas y una organización de las sesiones sistemática son otras de las condiciones básicas.Asimismo, y muy especialmente en contextos formativos, el entrenamiento en habilidades interpersonales puede igualmente beneficiarse de este enfoque propio de la enseñanza colaborativa. Las dinámicas de grupo, las actividades que impliquen la distribución de funciones y responsabilidades y la necesidad de lograr el consenso grupal ayudan a poner en práctica numerosas habilidades de relación. Las metas compartidas y el éxito logrado entre todos son una de las mejores recompensas del esfuerzo grupal. Estos aspectos favorecen en el aprendiz el sentimiento de pertenencia al grupo y de identificación con sus iguales.Los jóvenes y adultos con síndrome de Down pueden convertirse en entrenadores excepcionales de sus compañeros con más dificultades. Las tutorías entre iguales ayudan a los alumnos a salvar las barreras del desconocimiento recíproco, a aceptarse mutuamente y a lograr un encuentro verdaderamente interpersonal, a pesar de las diferencias cognitivas, cronológicas, etc.
12. ¿Cómo puedo ayudar o
entrenar a un niño, joven o adulto con síndrome de Down a manejar un
problema de carácter interpersonal?
Existe una secuencia de pasos que resulta
sumamente útil para ayudar al niño, joven o adulto con síndrome de Down a
analizar, manejar y resolver una situación problemática en el ámbito
de las relaciones interpersonales: un enfado con un amigo, un problema
disciplinario en el aula, una conducta inapropiada ante terceros,
sentirse molestado por los compañeros, etc. Estos pasos son los
siguientes:
Definición del problemaPresentación del problema y ayuda al niño, joven o adulto para definirlo.
Ayuda para que la persona se imagine y proponga diferentes alternativas para solucionar el problema.Identificaciones de solucionesSe proporcionarán instrucciones concretas de la conducta social que se desea. Se ayuda a identificar los componentes de la habilidad en cuestión.Exposición a un modeloUn modelo realiza la habilidad o conductas interpersonales.
El modelo da cuenta de los componentes cognitivos y verbales, y realiza lahabilidad.Ensayo y representación de la conductaSe guía verbalmente a la persona a través de los pasos consecutivos para que realice la habilidad.
Se representa lo aprendido tomando situaciones reales.Información sobre la actuaciónSe alaba o refuerza la correcta realización de la conducta social deseada en la situación de representación.
Se proporciona información correctiva y una nueva exposición a un modelo cuando la realización no es correcta.
Si se da el caso anterior se proporcionan nuevas oportunidades de ensayo y representación de la conducta deseada hasta que se realiza correctamente.Eliminación de problemas de conductaLos problemas de conducta que interfieren con la adquisición y realización adecuada de las conductas interpersonales se eliminan a través de técnicas basadas en el manejo de contingencias.Autoinstrucción y autoevaluaciónSe pide al niño, joven o adulto que “piense en voz alta” durante el entrenamiento viendo al modelo.
Se modifican las autoafirmaciones que reflejan un modo de pensar o sistemas de creencias distorsionados.
Las sesiones de entrenamiento incluyen un cambio gradual de instrucciones en voz alta a instrucciones pensadas y no verbalizadas.Entrenamiento para generalizar y mantener lo aprendidoDurante todo el tiempo de entrenamiento, las situaciones, conductas y representaciones se realizan de una forma tan real y cercana a la situación social natural como sea posible.
13. ¿Qué puedo hacer yo,
como padre, madre o familiar, para mejorar las habilidades sociales de
mi hijo/a o familiar con síndrome de Down?
Como ha quedado patente, las relaciones
sociales son un instrumento vital para estar en sociedad; pocos ámbitos
de la vida diaria se escapan a la necesidad de tener que mostrarse
socialmente habilidoso. Sentirse incompetente en este ámbito puede
ocasionar limitaciones a veces importantes en el ámbito educativo,
laboral, afectivo, etc. Así pues, los familiares de las personas con
síndrome de Down deben tener en cuenta desde las primeras etapas de
vida, la importancia de esta dimensión interpersonal, tan importante
como otros ámbitos más formales o académicos. Aprender a hacer amigos
es tan vital, o más si cabe, que aprender a leer a escribir o resolver
cálculos matemáticos. Así pues, desde este convencimiento, los
familiares de las personas con síndrome de Down pueden aprovechar las
múltiples oportunidades sociales que se van dando de manera espontánea
para proporcionar oportunidades de aprendizaje, modelos de conducta,
reflexionar conjuntamente lo qué es más apropiado en cada caso, corregir
pacientemente y con decisión las conductas inapropiadas y mostrar
alternativas ante las mismas. De la misma manera que se emplea energía,
esfuerzo, tiempo y recursos económicos para proporcionarles los
mejores aprendizajes académicos, debemos considerar la importancia de
proporcionales los mejores aprendizajes sociales.
Por otro lado, también es importante tener en
cuenta que cada persona es singular e irrepetible, es decir, al igual
que ocurre con otros hijos o familiares, las personas con síndrome de
Down va a diferir en su personalidad, grado de sociabilidad, etc. Es
importante respetar estas particularidades y no pretender que todas las
personas con síndrome de Down sean líderes sociales, afables,
socialmente extrovertidos, etc. Si bien existe una extendida creencia de
que las personas con síndrome de Down se caracterizan por su
amabilidad, simpatía, etc. no podemos atribuir dichas cualidades a
todas las personas con síndrome de Down por el mero hecho de tener
dicho síndrome.
Sin embargo, como hemos visto en anteriores
apartados, en ocasiones hay que mostrarse alerta ante posibles
dificultades reales y tratar de abordarlas con sentido común, paciencia
y apoyo profesional si es preciso.
Así pues, el sentido común nos lleva a establecer unas pautas muy sencillas:
- proporcionar entornos socialmente enriquecidos
- evidenciar explícitamente qué conductas son socialmente inapropiadas y mostrar alternativas a través de modelos claros (el ejemplo es uno de los métodos educativos más fiables)
- indagar qué sentimientos y pensamientos mantiene la persona cuando se muestra socialmente incompetente
- calibrar adecuadamente el sufrimiento psicológico que puede acompañar al sentimiento de sentirse socialmente incompetente
- reforzar adecuadamente las conductas sociales apropiadas (a través de halagos, sonrisas, abrazos, etc.), pues tendrán más probabilidad de repetirse en un futuro
- conocer y asumir que relacionarse con los demás siempre supone un riesgo implícito de sentirse defraudado, molestado, etc. y ayudarles a entender esas difíciles situaciones en las que uno se siente dejado de lado, ha perdido un amigo, etc. Estas experiencias también forman parte del aprendizaje de la vida y nos ayudan a ser socialmente más competentes si las elaboramos adecuadamente
- permitir experimentar emociones como miedo, ira, frustración, alegría, tristeza, etc. La “sobreprotección emocional” les hace más vulnerables ante situaciones que necesariamente implican manejar sentimientos difíciles
- aprovechar múltiples situaciones para enseñar al niño, joven o adulto a ponerse en el lugar del otro y entender las emociones, motivaciones y necesidades de los demás
- ayudarse de historietas, cuentos, fábulas, leyendas que hablen de la amistad, el pensamiento positivo, la solución de problemas. Además de ser una actividad divertida, se puede compartir con otros amigos y hermanos, y resultan un útil recurso para la reflexión, el diálogo y, en definitiva, el aprendizaje.
- consultar con un profesional cualquier situación que nos preocupe especialmente o nos desborde
14. Y con los más pequeños, ¿cómo puedo fomentar sus habilidades sociales?
Proporcionando ocasiones para el trato con otros niños
Exponerle desde muy pequeño al contacto con otros niños.
Celebrar fiestas de cumpleaños u otras en casa e invitar a sus amigos y amigas.
Permitir que acuda a las invitaciones que reciba.
Fomentar que sus amigos y amigas vayan a casa a merendar, pasar la noche, etc.
Inscribirle en grupos deportivos, recreativos, parroquiales, campamentos de verano, etc.
Organizar excursiones con sus amigos.Fomentando las conductas prosociales
Enseñar a compartir (juguetes, comida, etc.).
Enseñar a cooperar y ayudar a los demás (empezando por sencillas tareas del hogar).
Enseñarle a ser altruista.
Enseñar a disculpar los errores de los demás.
Enseñarle a comprender los afectos de los demás.
Enseñarle a mostrar simpatía, empatía y compasión.Entrenando habilidades de conversación
Enseñarle a expresar sus sentimientos y necesidades con claridad.
Enseñarle a compartir información personal con amigos.
Enseñarle a hacer preguntas sobre los demás.
Enseñarle a escuchar.
Enseñarle a expresar afecto y aprobación cuando habla con los demás.
Enseñarle a mantenerse en la conversación y no cambiar de tema a destiempo.
Estimularle a que llame a sus amigos.
Ayudarle a que se exprese con propiedad.
Estimularle a que participe en conversaciones con personas mayores.Prestando especial atención a los modales
Enseñarle a ser amable.
Procurar evitar las malas contestaciones.
Enseñarle y exigirle que dé las gracias, pida las cosas por favor, etc.
Exigirle que se disculpe cuando interrumpe a los demás.
Procurar evitar malos gestos.
Alabarle cada vez que muestre interés o preocupación por los demás.
Alabarle cada vez que muestre un gesto de cortesía.Aprovechando los momentos lúdicos
Enseñarle juegos de mesa.
Enseñarle a contar chistes, cuentos, etc.
Estimularle a que aprenda a tocar algún instrumento.
Enseñarle a reírse de sus meteduras de pata
15. ¿Qué ambiente familiar es más adecuado para facilitar las relaciones sociales adecuadas?
Tanto las primeras relaciones de apego entre
el niño con síndrome de Down con los adultos como el posterior estilo
educativo de los padres son elementos que modulan el desarrollo
efectivo y social del niño. Factores como el grado de madurez exigido,
la consistencia en la comunicación, las manifestaciones de afecto,
etc., influyen directamente en este desarrollo.
Un estilo democrático por parte de los padres parece favorecer el desarrollo de competencias sociales en los hijos, les ayudan a ser más responsables e independientes y a tener un mayor nivel de autoestima. Asimismo, poseen más estrategias de resolución de problemas interpersonales.
En otro orden de cosas, es importante tener en cuenta el grado en qué los padres aceptan las limitaciones de su hijo. Este aspecto sumamente complejo y dinámico, puede condicionar sutilmente las formas de relación con el hijo/a con síndrome de Down, provocando actitudes que oscilen desde un claro rechazo hasta otras de sobreprotección compensadora. Esta actitud sobreprotectora puede limitar las experiencias sociales del niño o niña por miedo a posibles peligros, a que no sea capaz de arreglárselas por sí mismo/a, etc. Recordemos que la principal vía de aprendizaje y la más significativa es la propia experimentación. El niño y el adolescente necesita vivir las aventuras propias de su etapa vital, poner en práctica habilidades cada vez más complejas y, por supuesto, aprender de sus propios errores.
La no aceptación de las limitaciones del hijo con síndrome de Down pueden llevar a los padres a crear expectativas desmedidas ante las cuales el niño se encuentre desbordado y aparezca un sentimiento de infravaloración.
Por tanto, si importantes son las expectativas que el propio niño o adolescente tiene sobre sí mismo, no menos importantes son las que sus padres, como figuras significativas, depositan en él. Si los padres se fijan únicamente en las dificultades e interpretan su discapacidad intelectual como una condición limitante a todos los niveles y dimensiones, el niño acabará plegándose a esta percepción. En esta situación, el niño puede desarrollar sentimientos negativos y hostiles hacia sí mismo y también hacia sus propios progenitores.
Por último, debemos mencionar la importancia de que los padres manejen adecuadamente los premios y castigos para regular la conducta social de sus hijos. En ocasiones, una mala administración de los refuerzos puede provocar precisamente el efecto contrario, esto es, que aumente la frecuencia de la conducta no deseada. Ejemplos de estas situaciones forman parte de las rutinas diarias: niños que no saben esperar su turno, interrumpen conversaciones de los demás, mantienen conductas para llamar la atención o no respetan las normas de cortesía más básicas y elementales. A veces, algunos padres pueden llegar a disculpar estas conductas atribuyéndolas a la discapacidad. Sin embargo, con cierta frecuencia estas conductas se deben más al entorno a que su discapacidad.
De todo lo dicho se deduce la importancia de mantener unas normas claras y precisas que le ayuden al niño a regular su conducta social, a asimilar lo que es adecuado en cada situación y a saber que de su propia conducta se derivan una serie de consecuencias positivas y negativas.
16. ¿Qué ambiente escolar es más adecuado para facilitar las relaciones sociales adecuadas?
Un estilo democrático por parte de los padres parece favorecer el desarrollo de competencias sociales en los hijos, les ayudan a ser más responsables e independientes y a tener un mayor nivel de autoestima. Asimismo, poseen más estrategias de resolución de problemas interpersonales.
En otro orden de cosas, es importante tener en cuenta el grado en qué los padres aceptan las limitaciones de su hijo. Este aspecto sumamente complejo y dinámico, puede condicionar sutilmente las formas de relación con el hijo/a con síndrome de Down, provocando actitudes que oscilen desde un claro rechazo hasta otras de sobreprotección compensadora. Esta actitud sobreprotectora puede limitar las experiencias sociales del niño o niña por miedo a posibles peligros, a que no sea capaz de arreglárselas por sí mismo/a, etc. Recordemos que la principal vía de aprendizaje y la más significativa es la propia experimentación. El niño y el adolescente necesita vivir las aventuras propias de su etapa vital, poner en práctica habilidades cada vez más complejas y, por supuesto, aprender de sus propios errores.
La no aceptación de las limitaciones del hijo con síndrome de Down pueden llevar a los padres a crear expectativas desmedidas ante las cuales el niño se encuentre desbordado y aparezca un sentimiento de infravaloración.
Por tanto, si importantes son las expectativas que el propio niño o adolescente tiene sobre sí mismo, no menos importantes son las que sus padres, como figuras significativas, depositan en él. Si los padres se fijan únicamente en las dificultades e interpretan su discapacidad intelectual como una condición limitante a todos los niveles y dimensiones, el niño acabará plegándose a esta percepción. En esta situación, el niño puede desarrollar sentimientos negativos y hostiles hacia sí mismo y también hacia sus propios progenitores.
Por último, debemos mencionar la importancia de que los padres manejen adecuadamente los premios y castigos para regular la conducta social de sus hijos. En ocasiones, una mala administración de los refuerzos puede provocar precisamente el efecto contrario, esto es, que aumente la frecuencia de la conducta no deseada. Ejemplos de estas situaciones forman parte de las rutinas diarias: niños que no saben esperar su turno, interrumpen conversaciones de los demás, mantienen conductas para llamar la atención o no respetan las normas de cortesía más básicas y elementales. A veces, algunos padres pueden llegar a disculpar estas conductas atribuyéndolas a la discapacidad. Sin embargo, con cierta frecuencia estas conductas se deben más al entorno a que su discapacidad.
De todo lo dicho se deduce la importancia de mantener unas normas claras y precisas que le ayuden al niño a regular su conducta social, a asimilar lo que es adecuado en cada situación y a saber que de su propia conducta se derivan una serie de consecuencias positivas y negativas.
16. ¿Qué ambiente escolar es más adecuado para facilitar las relaciones sociales adecuadas?
Numerosos estudios evidencian que las
interacciones entre los niños con necesidades educativas especiales
integrados en la escuela ordinaria y sus compañeros no son siempre
positivas. El sentimiento de ser rechazo y de no pertenencia al grupo
son algunas de las experiencias a las que el niño con discapacidad debe
hacer frente en su escuela. Y no parece fácil, a priori, manejar estos
sentimientos. Muchos son los factores que pueden influir en la mayor o
menor calidad de las interacciones en la escuela. Veamos algunos de
estos factores.
Las relaciones con los compañeros
Los niños con discapacidad pueden provocar
diferentes reacciones y sentimientos en sus compañeros: claro rechazo,
burla, lástima o franca simpatía, entre otros. El grado en que los
compañeros poseen información veraz y ajustada sobre la discapacidad
pueden condicionar su respuesta ante la misma. Estrategias didácticas
novedosas como las tutorías entre iguales están demostrando ser una manera eficaz para lograr un mayor autoconocimiento y de respeto mutuo.
Las actitudes de los profesores
El profesor es un modelo a imitar en el aula.
Su actitud y forma de relacionarse con los alumnos con discapacidad
será una pauta a imitar por el resto de los alumnos. Así, el estilo proactivo
ha demostrado ser el más beneficioso para favorecer el desarrollo
social, afectivo y académico del niño con dificultades. Este estilo se
caracteriza, fundamentalmente, por la intencionalidad del profesor de
mantener interacciones individualizadas con todos los alumnos, evitando
que las diferencias interfieran en el aula. El profesor proactivo
transmite expectativas positivas, flexibles y precisas e intenta
compensar las desigualdades de partida.
Con respecto al efecto de las expectativas, recordemos el famoso Efecto Pigmalión
en el aula. Los estereotipos y las ideas preconcebidas hacia un alumno
pueden influir de manera importante en la manera de relacionarse con
él y, en consecuencia, modular su conducta. Si el profesor parte de la
idea preconcebida de que, debido a su discapacidad, un alumno será
incapaz de asumir determinados retos o realizar determinadas tareas,
así se lo transmitirá por canales verbales y no verbales. Ya sabemos
que estos mensajes recibidos del profesor ayudarán al alumno a
configurar un autoconcepto pobre sobre sí mismo.
Es importante aclarar, no obstante, que lo
dicho anteriormente no implica ignorar las dificultades reales y
objetivas que un niño con síndrome de Down puede presentar en el aula.
Esta actitud también es claramente desaconsejable pues podrá llevar al
profesor a plantear metas desmedidas o no considerar las medidas de
apoyo compensatorias necesarias.
En definitiva, si el profesor ve al niño con
dificultades como una carga añadida en su tarea diaria, así se lo
transmitirá al propio niño y a sus compañeros. En cambio, si el
profesor posee estrategias para anteponerse a las dificultades y
proporcionar los apoyos necesarios para que el niño con dificultades
salga exitoso de los diferentes retos diarios, estará devolviéndole una
imagen positiva de sí mismo al propio niño y a los demás.
La estructura del aula y tareas
Tanto las relaciones con los compañeros como
con el profesor se dan en un contexto determinado, en una estructura
organizativa concreta con unas demandas y exigencias específicas. Las
coordenadas espacio-temporales pueden ayudar o limitar las habilidades
sociales del niño con síndrome de Down. Por ello es importante tener en
cuenta los siguientes aspectos:
La ubicación física del alumno con
síndrome de Down en el aula. Hay sitios en los que el niño va a estar
más perdido o se va a distraer más. Al contrario, una ubicación más
próxima al profesor o a la fuente de información (vídeo, proyector,
etc.) le ayudará a estar centrado e inmerso en la dinámica de la clase,
podrá ser partícipe de la misma y evitará que desarrolle conductas
disruptivas ante los primeros síntomas de aburrimiento.
La modalidad de la tarea en el aula.
Es claro que las actividades que impliquen un trabajo cooperativo
favorecerán unas relaciones interpersonales más positivas que aquellas
que favorezcan un trabajo competitivo e individualista. En estas
últimas, el niño con mayores dificultades siempre llevará las de perder.
Sin embargo, en las tareas de grupo, puede responsabilizarse de
aquellas funciones para las que esté más capacitado, posibilitando así
las relaciones de colaboración entre iguales.
Las actividades lúdicas extraescolares y el recreo.
Las actividades al margen del horario escolar pueden ser ocasiones
estupendas en las que las relaciones entre alumnos con y sin
discapacidad se conozcan y comiencen a valorarse. Actividades
deportivas, culturales y de ocio estructurado permiten, en ambientes más
relajados y menos estresantes, expresar lo mejor de uno mismo. Los
recreos, sin embargo, suelen ser espacios en los que el niño con
discapacidad constata que se queda al margen de los juegos. Con
frecuencia vemos en los patios a los niños con necesidades educativas
especiales relacionarse entre sí o con niños más pequeños y, en los
peores casos, jugando totalmente solos. En estos momentos poco
estructurados, el niño con síndrome de Down puede quedar “descolgado” y
sin grupo de referencia. Los profesores y cuidadores han de ser
receptivos a estas situaciones y ayudarles a implicarse en actividades
de grupo.
En el apartado para Profesionales,
los padres y familiares que deseen profundizar en estas cuestiones,
podrán encontrar programas específicos, explicaciones más exhaustivas,
delimitación de conceptos, y otras precisiones técnicas.
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